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Ante todo humanos, a pesar de la pandemia

Desde hace casi dos años, las mascarillas se han implantado en nuestra sociedad con un único fin: frenar la pandemia en la medida de lo posible. Gracias a ellas y a otras medidas sanitarias, hemos conseguido reducir contagios y fallecimientos, así como casi erradicar por un año entero una infección viral como es la de la gripe.


El teletrabajo, la asistencia sanitaria telefónica o incluso las clases virtuales empezaron a formar parte de nuestras vidas y de cómo nos relacionábamos con otras personas. De hecho, muchas de estas rutinas aún se mantienen en el ámbito laboral y educativo.


Sin embargo, las consecuencias de esta crisis no afectaron a todos por igual, pues con la llegada de las máscaras se agudizaron también otros problemas que ya padecía gran parte la población de nuestro país. Uno de ellos fue la discriminación o falta de empatía con la Comunidad Sorda. Estas personas, en particular, normalmente suelen tener dificultades para acceder a la información, pero con el COVID-19 se vieron obligadas a enfrentarse a una nueva realidad en la que perdieron notablemente su capacidad comunicativa, pues dos de las claves a la hora de comunicarse para las personas que padecen discapacidad auditiva son la lectura de labios y las expresiones faciales.


La sordera en datos


Las personas sordas son aquellas que tienen dificultad para acceder al lenguaje más habitual de nuestras sociedades: el oral. Esto se debe a una pérdida o anomalía en el funcionamiento del sistema auditivo.


Según la Federación Mundial de Sordos hay aproximadamente 72 millones de personas sordas en todo el mundo y, según la OMS, hay alrededor de 466 millones de personas con problemas auditivos discapacitantes, esto es, el 5% de la población mundial.


En España, como indican datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) en su estudio de 2008, la comunidad de personas sordas y con algún tipo de discapacidad auditiva es más de un millón, 1.064.000 concretamente, es decir, un 2,3% de la población total.



La discapacidad juega un papel negativo en el empleo


Las personas con algún tipo de discapacidad, no sólo auditiva, representan aproximadamente mil millones de personas. De estas, aproximadamente el 80% están en edad de trabajar. Sin embargo, su derecho a un trabajo decente es, con frecuencia, denegado. Estas personas -y en particular las mujeres- se enfrentan en su día a día a enormes barreras actitudinales, físicas y de la información que dificultan el disfrute a la igualdad de oportunidades en el mundo del trabajo. En comparación con las personas que no padecen ningún tipo de discapacidad, las personas discapacitadas experimentan mayores tasas de desempleo e inactividad económica y están en mayor riesgo de una protección social insuficiente -la cual es clave para reducir la pobreza extrema-.


En España, durante el año 2020, las personas con discapacidad auditiva fueron las más empleadas del total de los discapacitados con un 47,3%, mientras que las que menos, con un 17,1%, fueron aquellas que padecen alguna discapacidad mental.



Un nuevo reto: la educación


Efectivamente las personas sordas tampoco se libran del desequilibrio de empleo por el mero hecho de ser como son. Especialmente para aquellas que impartían algún tipo de docencia o la recibían. Alumnos y profesores de la comunidad han tenido que readaptarse en este ámbito, una vez más, por causa pandémica, ya que tienen que enfrentarse un elemento que tapa la boca de sus interlocutores.

"La implantación de las mascarillas dentro del ámbito escolar para mí fue una catástrofe"

María Jesús Dans lleva media vida impartiendo clase y, aparentemente, es una profesora más, pero la realidad es muy distinta. Perdió la audición con tan solo dos meses de vida. Por el oído derecho no oye nada, en el izquierdo a penas oye restos. Sin embargo, esta condición no le ha impedido nunca continuar con su docencia. Hasta ahora. “La implantación de las mascarillas dentro del ámbito escolar para mí fue una catástrofe. Personalmente, fue un reto intentar superar más barreras e intentar buscar soluciones. Nada más levantarse el confinamiento, hablé con sindicatos, con la dirección del centro, con Inspección educativa y médica, personalmente y por correo para darles alternativas para la adaptación del puesto de trabajo que por la Ley de Dependencia me corresponden”, confiesa María a través de una entrevista vía correo electrónico.


Propuso contar con un profesor de apoyo especializado en Lengua de Signos Española (LSE), la instalación de un programa informático gratuito de la Universidad de Alcalá en el que el ordenador central quedaba conectado por wifi a los individuales y así los alumnos podían intervenir con sus dudas proyectadas en la pantalla central, el uso de bucle magnético, con cascos, micrófono por cada dos alumnos y con programa de transcripción de texto y subtitulado y la compra de mascarillas transparentes para el centro o para los cursos en que impartiese clases. Nada. “No hubo respuesta alguna de la Administración ni apoyo dentro del centro salvo dos compañeros que se ofrecieron a acompañarme”.

"Si antes estabas intentando hacer todo al 110%, ahora debías hacerlo al 200%”

Tuvo que ingeniárselas sola para encontrar soluciones más rústicas, pero más convenientes para una Administración que optó por dejar de lado todas sus alternativas. “Presencialmente tenía que ir con un cuaderno donde me escribían lo que precisaban o si había ordenador, por el procesador de textos. Si antes estabas intentando hacer todo al 110%, ahora debías hacerlo al 200%”, cuenta. Para explicar necesitaba ver las caras porque la orientaban en sí sus alumnos entendían o no el tema, el ejercicio, “así era como estar en un mar de ojos y sin expresividad”, señala.


Lo mismo ocurría con los claustros y las evaluaciones. Ambos eran por videoconferencia en WEBEX, el cual no admitía el subtitulado. “Me pasaba tres o cuatro horas analizando la pantalla y viendo caras mal reflejadas y bocas que vocalizaban fatal. Si tenía suerte, algún compañero o compañera me informaba por el chat de cada aspecto y así podía intervenir, solo cuando esas personas estaban en el grupo de evaluación o en el claustro, si no, pues a atender sin entender. Todo ello repercutió en mi salud mental y física dado que era mucha responsabilidad el poder hacer bien mi trabajo”, explica.


Es por todas estas experiencias por las que María Dans, entre otras conclusiones que saca de toda esta situación, cree que “a nivel general, debería impartirse la LSE en los centros como un idioma más”.


No sólo María Dans apoya este tipo de iniciativas, miles de personas sordas en el mundo se encuentran en su día a día con situaciones en las que desearían haber tenido un intérprete o que la persona con la que charlaban hubiera sabido Lengua de Signos. Miriam Rolls, licenciada en psicopedagogía y profesora para sordos e hipoascúsicos, es otra de las docentes que, desde su experiencia nos cuenta las dificultades que presentan los niños sordos que no adquieren la lengua de señas y nos da un panorama completo de los beneficios cognitivos, emocionales y comunicativos que obtienen con su adopción Licenciada en psicopedagogía. Para ella, ante todo, tender puentes entre la sociedad y la Comunidad Sorda es un objetivo común y primordial.











1件のコメント


angelvizoso
angelvizoso
2022年1月31日

Acabamos bastante rápido. El conjunto está de 10. El flujo de la información y la aportación de cada parte es perfecto. Además, el trabajo con los datos y la programación de los materiales de visualización es también excelente.


Otra de las fortalezas del proyecto es que marcas una línea visual muy clara a través del uso del color. Esto permite que gráficos llegados de dos herramientas diferentes funcionen de forma coordinada, sin que quede la sensación de que han sido tomados de otros lugares.


Así pues, solamente cabe decir un "¡enhorabuena!" bien fuerte. 👏🏻👏🏻

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